Muchas veces escuché hablar
de los egos de los escritores, me resultaba un poco difícil hablar de esto,
porque aunque escribo, yo carezco de dicho ego, en realidad me cuesta mucho
creer que lo que escribo sea algo bueno.
Pero cuando tus amigos y
compañeros son escritores, comienzas a entender eso, tal vez no de manera tan
palpable, pero mientras más ingresas al mundo literario este monstruo va
tomando forma.
Recientemente ingresé a una
asociación de escritores, todo pintaba para ser fabuloso, la ilusión de lograr
un montón de objetivos, con la ayuda de todos aquellos intelectuales, de esas
personas dedicadas a las letras… era como un sueño hecho realidad.
He de ser franca, la ilusión
me duró menos de lo que hubiera creído. La realidad fue la que me hizo
despertar de ese sueño, hubo tal enfrentamiento de egos, de ver quién podía
más, que se convirtió en una batalla campal. Pues a diferencia de la gente que
no se dedica a escribir, los insultos se vuelven casi una forma de arte, y estos,
no se hicieron esperar, correos iban y venían, entre amenazas y ofensas.
Tengo que admitir que estar
en medio de una pelea entre estos egos, al
menos si me hizo notar algo, que la palabra es sumamente poderosa, y pueden
hacer tanto bien como daño.
La asociación, se puso en el
banquillo de espera, las discusiones hicieron que dos miembros salieran, y
dejaron a su paso, algunos daños permanentes, algunos no tan graves y otros más
ligeros. Aun en contra de que nos reunimos creyendo que como escritores,
estamos obligados a defendernos y a protegernos… utilizaron las palabras que
nos iban a ayudar para atacarnos mutuamente.
Los egos inflados, en esta
ocasión fueron los principales culpables, porque ninguna parte quiso ceder,
porque cada involucrado pensó que tenía la razón y al final, unos abandonaron
porque no lograron que sus deseos fueran cumplidos.
Ahora puedo decir con
certeza, los escritores tienen egos, algunos más inflados que otros, son
artistas de la pluma, algunos incomprendidos, otros que cargan mucho dolor,
pero sobre todo, aquellos que consiguieron hacer que ese dolor e incomprensión
se volcaran en uno o varios libros, les ha hecho creer que tienen el derecho a
ser recompensados por ello.
En lo personal, me da un poco
de miedo, llegar a tener un ego infladísimo, a pensar que yo tengo la verdad
absoluta, sin embargo, he elegido para vivir las letras, y tal vez, yo esté
condenada a sufrir este mismo mal.
ES muy cierto lo que expresas.Gracias por poner sobre el tapete un tema que se repite en otros ámbitos relacionados con el arte.
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