jueves, 13 de junio de 2013

Escrito por Nicte G Yuen en , | 6:14 p. m. Sin comentarios


El acto de escribir es tan variado como escritores hay en el universo literario.










Podemos toparnos con el escritor que saca el lápiz, en el momento mismo en que eso llamado inspiración inunda su espíritu, bien puede ser a las doce del día o a las tres de la madrugada; él se levanta o hace un alto a lo que está haciendo y comienza a escribir, igual le sirven las últimas hojas de un cuaderno que la servilleta de un restaurante. Me he topado en otras ocasiones con el autor que lo hace  en fines de semana; utiliza sus sábados y domingos para encerrarse en su casa, escribe sin descanso durante horas, y no existe poder humano que lo haga salir de su refugio, él solo existe para la hoja en blanco. Otros especímenes se sirven de oscuros momentos por los que están atravesando para expresarse.

Y como los rituales a través de los cuales accedemos a la escritura, están estrechamente ligados al mundo interior del autor mismo, la diversidad resulta infinita.

a continuación dos ejemplos respecto a eso llamado el ritual de la escritura en palabras de reconocidos escritores


Stephen King:


No pierdas el tiempo de tus lectores con explicaciones sobre el trasfondo de la historia, largas introducciones o más largas anécdotas. Reduce el ruido. Reduce los balbuceos. Vete al grano antes de que el lector pierda la paciencia.
No debe importarte lo que digan tus conocidos, tu familia, tus lectores, los editores que rechazan tus obras o la crítica. Siéntate a tu escritorio cada día y escribe.







Juan Bosch:

Lo primero que debe aclarar una persona que se inclina a escribir cuentos es la intensidad de su vocación. Nadie que no tenga vocación de cuentista puede llegar a escribir buenos cuentos. Lo segundo se refiere al género. ¿Qué es un cuento? La respuesta ha resultado tan difícil que a menudo ha sido soslayada incluso por críticos excelentes, pero puede afirmarse que un cuento es el relato de un hecho que tiene indudable importancia. La importancia del hecho es desde luego relativa, mas debe ser indudable, convincente para la generalidad de los lectores. Si el suceso que forma el meollo del cuento carece de importancia, lo que se escribe puede ser un cuadro, una escena, una estampa, pero no es un cuento.






Yo personalmente tengo mi propio ritual. Un caldero enorme junto a mi escritorio, al interior del cual deposito algunas canciones de  mi grupo favorito Mago de Oz, a volumen bajo para que no interfieran con mis pensamientos; poca luz para entrar en ambiente, bastante agua para mantenerme hidratada en temporadas calurosas, o un termo con café de grano en el invierno; la página en blanco en la pantalla de la computadora, y un horario perfectamente agendado,  pues nunca falto a mi cita con la escritura. La organización es fundamental para mí, funciono dentro del orden, no podría hacerlo de otra manera, considero que las historias simplemente no verían la luz. Otra parte básica es leer mínimo treinta minutos antes de sentarme a escribir lo que sea que tenga pendiente; un cuento, un poema, el capítulo de una novela o un ensayo. Tener a la mano un buen libro para mantener mi espíritu nutrido.



Para cerrar, tengo presente un refrán que mamá solía decirme cuando estaba iniciándome como escritora: La práctica hace al maestro. Escribe mucho y lee aún más.

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