lunes, 7 de octubre de 2013

Escrito por axlmar en , , , , , | 5:03 p. m. Sin comentarios


Cuando los libros no tienen sentido.



Muchas veces me ha pasado que alguien diga, el libro está muy mal traducido, de la misma manera en que me ha tocado leer libros utilizando un lenguaje distinto al que estoy acostumbrada.

¿Qué es lo que sucede?

Sería maravilloso que todos los escritores hicieran su oficio en nuestra lengua materna, pero sucede que muchísimos escritores son de habla inglesa, francesa, u otra. Además de que la mayoría de las traducciones al español se hacen en España.

Recuerdo haber leído Harry Potter y de repente haberme encontrado con palabras como “ordenador”, “tostada”, “gafas”. No que no supiera que significan esas palabras, pero son poco usuales en México, ordenador = computadora, tostada = pan tostado, gafas = lentes. Entre las tres incluso tenemos la palabra tostada, que es la tortilla de maíz frita u horneada. Para un mexicano comerse una tostada, es con algún tipo de guiso arriba, con ensaladas o más. Aun así, mientras más lees libros traducidos te vas acostumbrando a esas jergas que no se usan en México.

En muchos libros nos es común encontrarnos palabras como “guay”, “grogui”, “rabiar”, “enfurecida” y más… palabras que en México no se usan o cuyo significado es un poco distinto a lo que quieren decir en España, por ejemplo “rabiar”, generalmente a un mexicano te lleva a la memoria esas palabras de las mamás “que no te muerda el perro o te puede dar rabia” para nosotros, la rabia es una enfermedad mortal, poca gente se pone rabiosa, y enfurecida menos, porque aquí la gente se enoja o se encabrona.

Este tipo de traducciones puede molestar a mucha gente, te separa un poco de la lectura y piensas que no te puedes identificar al cien por ciento con un personaje que utiliza palabras tan poco comunes.

El idioma original.

Ahora bien, muchos prefieren irse a la fuente y leer en el idioma original. Y pues gracias al
acercamiento que tenemos con Estados Unidos, muchos  entendemos el inglés, el problema viene cuando los libros en su idioma original son alemán, italiano o chino. Lamentablemente vivimos en un mundo con muchos más idiomas que el inglés y el español, y difícilmente una persona conocerá más de tres idiomas al grado de poder tomar un libro y leerlo.

En otro caso, al leer escritores hispanos, ¡vaya! El problema inicial es el mismo, cada escritor usa la jerga local, un argentino habla de vos y fútbol, con conjugaciones distintas, nos hablan del mate, la pollera y el polo,  pero en Chile los polos no son prenda de vestir sino novios, y que decir al meternos a la comida. Sí, todos hablamos español, pero cada región tiene sus propias palabras.

Una persona de fuera de México no sabrá que queremos decir con que alguien fuma como chacuaco, o que escuincle es un latoso y que a alguien le dieron toloache.

Unificar un idioma no es fácil, tan no lo es, que las discusiones de ciertas palabras entran en conflicto al momento de si agregarlas o no a un diccionario.

Y si nos metemos peor a un idioma distinto…  allí por más mala que parezca la traducción en estos casos no queda de otra más que leer los libros que han sido sometidos a una traducción al español con un lenguaje regionalizado, y aguantar esas palabras que no nos son tan comunes.

Creo que perdernos en las traducciones es el pan de cada día para un lector empedernido, y es algo con lo que tenemos que aprender a vivir. Más vale no quejarse y disfrutar que al menos hay libros traducidos mientras aprendemos más idiomas.

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