El acto de
escribir es tan variado como escritores hay en el universo literario.
Podemos toparnos con el escritor que saca el lápiz, en
el momento mismo en que eso llamado inspiración
inunda su espíritu, bien puede ser a las doce del día o a las tres de la
madrugada; él se levanta o hace un alto a lo que está haciendo y comienza a
escribir, igual le sirven las últimas hojas de un cuaderno que la servilleta de
un restaurante. Me he topado en otras ocasiones con el autor que lo hace en fines de semana; utiliza sus sábados y
domingos para encerrarse en su casa, escribe sin descanso durante horas, y no
existe poder humano que lo haga salir de su refugio, él solo existe para la
hoja en blanco. Otros especímenes se sirven de oscuros momentos por los que
están atravesando para expresarse.
Y como los rituales a través de los cuales accedemos a
la escritura, están estrechamente ligados al mundo interior del autor mismo, la
diversidad resulta infinita.
a continuación dos ejemplos
respecto a eso llamado el ritual de la
escritura en palabras de reconocidos escritores
Stephen King:
No pierdas el tiempo de tus
lectores con explicaciones sobre el trasfondo de la historia, largas
introducciones o más largas anécdotas. Reduce el ruido. Reduce los balbuceos.
Vete al grano antes de que el lector pierda la paciencia.
No debe importarte lo que
digan tus conocidos, tu familia, tus lectores, los editores que rechazan tus
obras o la crítica. Siéntate a tu escritorio cada día y escribe.
Juan Bosch:
Lo primero que debe aclarar
una persona que se inclina a escribir cuentos es la intensidad de su vocación.
Nadie que no tenga vocación de cuentista puede llegar a escribir buenos
cuentos. Lo segundo se refiere al género. ¿Qué es un cuento? La respuesta ha
resultado tan difícil que a menudo ha sido soslayada incluso por críticos
excelentes, pero puede afirmarse que un cuento es el relato de un hecho que
tiene indudable importancia. La importancia del hecho es desde luego relativa,
mas debe ser indudable, convincente para la generalidad de los lectores. Si el
suceso que forma el meollo del cuento carece de importancia, lo que se escribe
puede ser un cuadro, una escena, una estampa, pero no es un cuento.
Yo personalmente tengo mi propio ritual. Un caldero
enorme junto a mi escritorio, al interior del cual deposito algunas canciones de mi grupo favorito Mago de Oz, a volumen bajo
para que no interfieran con mis pensamientos; poca luz para entrar en ambiente,
bastante agua para mantenerme hidratada en temporadas calurosas, o un termo con
café de grano en el invierno; la página en blanco en la pantalla de la
computadora, y un horario perfectamente agendado, pues nunca falto a mi cita con la escritura.
La organización es fundamental para mí, funciono dentro del orden, no podría
hacerlo de otra manera, considero que las historias simplemente no verían la
luz. Otra parte básica es leer mínimo treinta minutos antes de sentarme a
escribir lo que sea que tenga pendiente; un cuento, un poema, el capítulo de
una novela o un ensayo. Tener a la mano un buen libro para mantener mi espíritu
nutrido.
Para cerrar, tengo presente un refrán que mamá solía
decirme cuando estaba iniciándome como escritora: La práctica hace al maestro. Escribe mucho y lee aún más.
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