La extraña obsesión de
Lewis Carroll por su Alicia
PARTE III
Ya llegó el momento que vayan por su libro de Alicia
en el país de las maravillas, porque en está ocasión terminaré de contarles
todo lo que aún tenía en el tintero sobre esas historias detrás de este clásico
infantil; especialmente aquellas relacionadas con sustancias alucinógenas o
drogas.
Niña
de frente pura y limpia
y
ojos soñadores de maravillas:
aunque
el tiempo haya pasado
y
tú y yo, separadamente,
a
mitad de la vida estemos,
tu
hermosa sonrisa aclamará, cierto,
la
dádiva amorosa de un cuento de hadas.
Al otro lado del espejo y lo que Alicia encontró allí.
La pregunta
que muchos se han hecho antes, durante y después de leer la tan famosa novela
es la siguiente: ¿Aparecen síntomas de psicopatías y de consumo de drogas en Alicia en el país de las maravilla (1865)
y Alicia a través del espejo (1871), las obras más famosas de Lewis Carroll?
Para ahondar en las posibles respuestas a la interrogante arriba
mencionada, tomemos en cuenta los siguientes datos sobre Lewis Carroll; primero
la salud del autor fue muy variada: tartamudo, sordo del oído derecho, tenía
artritis y migraña crónica. De pequeño sufrió un trauma infantil porque era
zurdo, lo que le obligó a contrarrestar su tendencia natural a utilizar el lado
izquierdo. Además se dice, aunque no está demostrado, que en su infancia sufrió
abusos sexuales. Es probable que, para combatir los fuertes dolores de cabeza
que sufría tomara láudano,
un medicamento común de la época compuesto por vino blanco, opio y azafrán; si
se ingería en grandes dosis, producía efectos psicotrópicos. Por las referencias que aparecen en la obra
sobre posibles sustancias psicodélicas, se cree que Carroll escribió “Alicia”
bajo este brebaje. Y que con su obra intentó describir, a través de sus
personajes, los efectos de las drogas alucinógenas.
Un segundo punto a tomar en cuenta, desde el primer capítulo se
contemplan cambios y transformaciones en el tamaño de Alicia, bien por ingerir
dulces, bebidas, o por un trozo de seta que le hace crecer unas cuantas
pulgadas. “Un lado te hará crecer y otro menguar”, le dijo la oruga a
Alicia. Es decir, que el sombrerete le
haría aumentar y el talo disminuir.
Estas propiedades se describen en ciertos hongos que al comerlos ocasionan
alucinaciones relacionadas con el tamaño y las distancias. Por ejemplo con la Amanita Muscaria que
produce macropsia o micropsia, un trastorno neurológico, también llamado síndrome de Alicia en el país de las
maravillas, que altera la visión de las proporciones de las cosas.
Esta enfermedad está relacionada con la migraña pero también con las drogas
psicoactivas como el LSD o los hongos.
Y un último punto al respecto, la Oruga, tumbada en una seta, fuma de su misteriosa narguille (pipa
oriental), bosteza, habla a Alicia con voz soñolienta. Este insecto puede representar al fumador de opio, ya que, en la época
de la sociedad victoriana inglesa, esta sustancia era legal. Uno de los efectos
visuales más sorprendentes que la película de Disney ilustró fueron los anillos multicolores que
exhalaba la oruga en forma de letras y objetos.
Dejemos a un lado el asunto de las drogas en la novela, para abordar el
otro punto, los personajes y su simbolismo. Como ya les mencioné, Carroll era
tartamudo y cuando pronunciaba su apellido decía Do-Do-Dodgson. El Dodo, este ave extinta que aparece en Alicia en
el país de las maravilla, es la caricatura del propio autor. El Conejo Blanco es el segundo personaje que aparece en
el primer capítulo de la novela, se caracteriza porque lleva un reloj de
bolsillo en la mano, siempre lleva prisa, y va vestido con chaqueta y chaleco.
La rapidez de este pequeño mamífero se ha convertido en una frase popular, “seguir
al Conejo Blanco”, lo cual significa seguir algo o alguien ciegamente, y cuya
persecución desenlaza en aventuras.
Pasemos a otro de los personajes emblemáticos de la novela, el
sombrerero loco. A mediados del siglo XIX los fabricantes de sombreros estaban
todos desquiciados porque en su trabajo utilizaban mercurio, uno de los elementos más tóxicos. Los sombreros
se hacían con dos materiales, o con piel de castor, para la gama alta, o de
conejo, para los más baratos. Éstos precisaban de un proceso químico para
convertirlos en sombrero. Primero se trataban con nitrato de mercurio para
alisar el material y darles un tono mate, y después se sumergían en ácido
hirviendo para endurecerlos. Los trabajadores estaban en talleres mal
acondicionados, sin ventilación, respiraban constantemente vapores tóxicos.
De hecho, existe la expresión inglesa, “loco como un sombrerero”, que resume este síndrome. Los síntomas
por intoxicación con metales pesados son irritabilidad, hiperactividad,
labilidad emocional, timidez y pérdida de memoria. Sin embargo, el Sombrerero Loco de Carroll
no presentaba ninguno de ellos; era divertido y estaba obsesionado con el paso
del tiempo.
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