Cuando los libros no tienen sentido.
Muchas veces me ha pasado
que alguien diga, el libro está muy mal traducido, de la misma manera en que me
ha tocado leer libros utilizando un lenguaje distinto al que estoy
acostumbrada.
¿Qué
es lo que sucede?
Sería maravilloso que todos
los escritores hicieran su oficio en nuestra lengua materna, pero sucede que
muchísimos escritores son de habla inglesa, francesa, u otra. Además de que la
mayoría de las traducciones al español se hacen en España.
Recuerdo haber leído Harry
Potter y de repente haberme encontrado con palabras como “ordenador”, “tostada”,
“gafas”. No que no supiera que significan esas palabras, pero son poco usuales
en México, ordenador = computadora, tostada = pan tostado, gafas = lentes. Entre
las tres incluso tenemos la palabra tostada, que es la tortilla de maíz frita u
horneada. Para un mexicano comerse una tostada, es con algún tipo de guiso
arriba, con ensaladas o más. Aun así, mientras más lees libros traducidos te
vas acostumbrando a esas jergas que no se usan en México.
En muchos libros nos es
común encontrarnos palabras como “guay”, “grogui”, “rabiar”, “enfurecida” y más…
palabras que en México no se usan o cuyo significado es un poco distinto a lo
que quieren decir en España, por ejemplo “rabiar”, generalmente a un mexicano
te lleva a la memoria esas palabras de las mamás “que no te muerda el perro o
te puede dar rabia” para nosotros, la rabia es una enfermedad mortal, poca
gente se pone rabiosa, y enfurecida menos, porque aquí la gente se enoja o se
encabrona.
Este tipo de traducciones
puede molestar a mucha gente, te separa un poco de la lectura y piensas que no
te puedes identificar al cien por ciento con un personaje que utiliza palabras
tan poco comunes.
El
idioma original.
Ahora bien, muchos prefieren
irse a la fuente y leer en el idioma original. Y pues gracias al
acercamiento
que tenemos con Estados Unidos, muchos
entendemos el inglés, el problema viene cuando los libros en su idioma
original son alemán, italiano o chino. Lamentablemente vivimos en un mundo con
muchos más idiomas que el inglés y el español, y difícilmente una persona
conocerá más de tres idiomas al grado de poder tomar un libro y leerlo.
En otro caso, al leer
escritores hispanos, ¡vaya! El problema inicial es el mismo, cada escritor usa
la jerga local, un argentino habla de vos y fútbol, con conjugaciones
distintas, nos hablan del mate, la pollera y el polo, pero en Chile los polos no son prenda de
vestir sino novios, y que decir al meternos a la comida. Sí, todos hablamos
español, pero cada región tiene sus propias palabras.
Una persona de fuera de
México no sabrá que queremos decir con que alguien fuma como chacuaco, o que
escuincle es un latoso y que a alguien le dieron toloache.
Unificar un idioma no es fácil,
tan no lo es, que las discusiones de ciertas palabras entran en conflicto al
momento de si agregarlas o no a un diccionario.
Y si nos metemos peor a un
idioma distinto… allí por más mala que
parezca la traducción en estos casos no queda de otra más que leer los libros
que han sido sometidos a una traducción al español con un lenguaje
regionalizado, y aguantar esas palabras que no nos son tan comunes.
Creo que perdernos en las
traducciones es el pan de cada día para un lector empedernido, y es algo con lo
que tenemos que aprender a vivir. Más vale no quejarse y disfrutar que al menos
hay libros traducidos mientras aprendemos más idiomas.
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