Las Alas de la Libélula
Capítulo 16: “Sangre”
El sonido que producían mis pasos
al correr sobre aquella árida tierra, me recordaba la potencia de los timbales,
los cuales retumbaban en cada fibra de mi ser, recordándome que aún seguía con
vida.
Corre. La voz de mi madre explotó en mi cabeza, impulsándome a
continuar, pese que el aire comenzaba a faltarme, de la misma forma que mis
piernas se debilitaban. Corre Sofía o ese
hombre va a matarte. Casi podía sentirla viva junto a mí, resignada a
padecer la misma suerte que yo. Casi. ¿O acaso sería al revés? ¿La hija que
repite el ciclo? ¡El ciclo de la Libélula!
-¡Tu muerte será la
ofrenda perfecta! ¡Tlacotalpan resurgirá de entre sus cenizas! ¡La lluvia que
cae sobre esta tierra! ¡La sangre de la elegida que nutre las cenizas de nuestro
pueblo! – la voz del hombre persiguiéndome, acelerando sus movimientos.
-No
me interesa ser la elegida… - murmuré jalando aire hasta mis pulmones, mirando
de reojo aquel hombre vestido de blanco, con su barba espesa y negra rodeándole
la boca, y enmarcando tan amarga; quien, a escasos centímetros, estiraba los
brazos para alcanzar a sujetarme.
-¡Tlacotalpan
necesita el sacrificio! – gritó el hombre jalándome de los hombros hacia atrás,
hasta impactarme contra aquella tierra solitaria.
Mi
cabeza golpeó contra las rocas que cubrían de irregular forma la tierra en
declive, mis ojos miraron los suyos
mientras sentía la herida pulsante en la parte inferior de mi cráneo, la lluvia
se intensificó sobre mi cuerpo.
-Por
favor… - quise gritarle al hombre en un último intento por salvar mi vida, pero
apenas salió un susurró de mi boca – por favor no…
Cerré
los ojos, sabía que ya no podría escapar. Sentí entonces el peso del cuerpo de aquel
hombre sobre el mío, succionándome la existencia. ¡Lo haría, apretar mi cuello
hasta el punto sin retorno! Y yo, en algún lugar de mi cabeza, seguía
repitiendo por favor, por favor no me maté; sin embargo, mi voz se había
convertido en un profundo silencio.
-¿Conoces
el significado de la palabra “destino”? – me preguntó el hombre, rozando con
sus dedos la sangre que manaba de la herida en mi cabeza - ¿Destino?
Aquella
árida tierra y la lluvia que la nutría
empezaban a tornarse borrosas, como si estuvieran diluyéndose a mi
alrededor. Preferí dejar caer mis
parpados al compás de la voz de aquel hombre de ropas blancas. Preferí
abandonarme.
ESPERO QUE ESTA HISTORIA ESTÉ SIENDO DE SU TOTAL AGRADO, Y QUE LA DISFRUTEN TANTO COMO NOSOTROS, TODOS SUS COMENTARIOS SON BIENVENIDOS. HASTA EL PRÓXIMO CAPÍTULO DE ESTA NOVELETA.
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