Capítulo 01
El Eco... parte dos
Caminé
por toda la casa, no encontraba a Ana por ninguna parte, ¿qué había sucedido
con ella? Me resultaba extraño, Sofía dormía plácidamente, incluso me sentí mal
por haber abierto la puerta, como ladrón que entra a una casa a robar, como si
con sólo mirarla me robará sus sueños. Salí de allí, recorrí cada rincón de la
casa, cada parte de piso que alguna vez había abrazado la felicidad de nuestra
familia, tal vez había dado por sentado muchas de esas cosas que se suponía venían con una familia, con un bebé... Amaba tanto la idea que después de la llegada de Sofía y Ana comenzó con su depresión, pensé "eso pasaría, todo iría bien después"... pero las cosas no mejoraron y ahora… ahora no sabía nada, hacía tanto que no se reía allí, que lo
único que se escuchaban eran gritos y llantos, ahora que el silencio se
respiraba la sensación era distinta a la de tranquilidad ¿dónde estaba Ana?
Me senté
en la sala, el sol comenzaba a alumbrar un día más estaba por empezar, el
trabajo aguardaba, las actividades diarias, todo parecía igual, todo, a
excepción del silencio, a excepción de que aquello parecía irreal, afuera los
ruidos eran los de siempre, los vecinos con la primera carga de la lavadora, el
de tres casas a la izquierda con la podadora, el de cuatro casas a la derecha
con la afinada de su motocicleta, la abuela de al lado con la licuadora, el
mundo hacía ruidos, el país despertaba en medio de sonidos, la ciudad daba los
buenos días con cláxones y la calle se inundaba de los distintos sonidos, sólo
la casa seguía en silencio… ¿dónde estaba Ana?
No sabía
si aquello era una pesadilla, mayor que la de la vida donde Ana apenas y se
movía, donde su cuerpo era un mero esqueleto con susurros de vitalidad. Aquel
donde yo seguía sin poder entrar a su mente, en aquel mundo donde mentía a la
mitad de la gente sobre lo que sucedía con ella, en esa realidad llena de
sufrimiento, aun así la prefería a esta en la que estaba despertando, una donde
no había rastro de Ana, en ésta que comenzaba a sentir que el aire me faltaba.
Su nombre se formaba en mis labios y
moría con las lágrimas que salían de mis ojos. Era un mundo en el que me sentía
en medio de un laberinto sino estaba Ana.
Pero no
podía llorar, no quería despertar a Sofía, lo único que quería era saber el
paradero de Ana, ¿Dónde estaba Ana?
Me
levanté, tal vez si salía a buscarla, tal vez la encontraría, tal vez estaba
sentada en aquel parque al que antes solía ir, tal vez habría ido en bicicleta
a la tienda como antes de que no pudiera levantarse, tal vez…
Mi
cerebro me engañaba, yo me engañaba, era imposible y lo sabía, apreté mis
manos, quería golpear a esta realidad que me había dado el primer golpe, un
derecho al hígado que me estaba dejando sin aire.
Entonces
el teléfono sonó, y por primera vez desde esa madrugada el silenció se había
roto dentro de la casa.
Continuará...
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