sábado, 4 de enero de 2014

Escrito por axlmar en , | 2:24 a. m. Sin comentarios


Las alas de la libélula
Capítulo 18.Secretos



Estaba aterida, sentía que mis extremidades no me funcionaban de manera correcta, mis manos se aferraron al volante de la camioneta, no había encendido el motor, pero tenía que hacerlo, desaparecer de allí, lo más rápido que pudiera.

Encendí el vehículo y emprendí la huida, pero no sabía bien hacía donde ir, yo sólo conduje, sintiendo como el cabello empapado, la ropa llena de tierra y la sangre que aún sentía brotar de uno de mis brazos estaban pegados a mí como mis propios pensamientos, eran esos detalles los que me hacían saber que no había sido una pesadilla, que no era un mal producto de mi imaginación, que realmente alguien había tratado de asesinarme.

Conduje, lo hice sin fijarme, como si una máquina lo hiciera, autómata y sin más dudas… conduje queriendo liberarme de la mala experiencia de haber estado a punto de morir en medio de la nada, conduje maldiciendo el momento en que pensé que ir hasta ese pueblo era una buena idea, conduje queriendo sentir los brazos cálidos y seguros de mi padre, conduje porque no me quedaba otra cosa que hacer…

No noté que la gasolina se acababa, sólo hasta el momento en que la camioneta no quiso avanzar más, entonces fue que vi el tablero, el reloj marcaba las 6 de la tarde y una temperatura de 20 grados, y yo seguía entumida, con frío, pero ese tipo de frío que no se va con cobijas y suéteres, sino esa sensación interna, tenía frío en el alma.

Alcancé a orillarme y quedarme allí, aún aferrada al volante, queriendo llorar el dolor, eliminar lo helado de mi cuerpo con las lágrimas, pero sucedía algo dentro de mí que me impedía hacerlo. Entonces alguien tocó a la ventanilla, giré mi cabeza y me encontré con la cara de mi padre.

–¿Papá? –una voz ennegrecida y rasposa salió de mi garganta.
–¿Estás bien Sofía?

Las preguntas volaron a mi cabeza, ¿qué hacía mi padre aquí? Estaba a unos kilómetros de Guadalajara, ¿cómo era que me había encontrado?

–¿Qué sucedió? –mi padre sonaba realmente preocupado.

Yo, no podía despegarme del volante, él abrió la puerta del vehículo y me abrazó, entonces las lágrimas brotaron sin intención de calmarse

°°°

Desperté adolorida, en medio de sábanas blancas y perfumadas, el sol entraba alegremente por la ventana, entonces me percaté que estaba de vuelta en casa, ¿cómo había llegado allí? Lo último que recordaba era ir manejando y que la gasolina se agotó.

–¿Ya despertaste? –preguntó mi padre.
–¿Cómo llegué aquí?
–Te busqué como desesperado, creí lo peor…

No, no podía decirle que eso que él temía había estado a punto de suceder.

–Si no hubiera sido porque me hablaste, en ese momento habría iniciado una búsqueda para encontrarte. No vuelvas a irte sin avisar, no quiero pasar por esto de nuevo.

Asentí con la cabeza, no recordaba haberle hablado, miré mi teléfono en la mesilla de noche, lo tomé y vi que había hecho una llamada una hora antes de que mi padre me encontrara, no estaba consciente de haberle hablado, no tenía sentido para mí.

–¿Qué sucedió Sofía? ¿Por qué estás lastimada?

Quería responderle la verdad a mi padre, pero algo dentro de mí me dijo que no lo hiciera.

–Me perdí en el camino a Mazamitla, creo que tomé una desviación equivocada, me bajé en medio del bosque y me caí entre las piedras.
–¿Y tus amigos?
–Se fueron en otro carro, yo no estaba segura de que iría así que yo iba sola… y el teléfono no tenía recepción.

Mi padre me miró fijamente, no estaba segura de que me hubiera creído. Ambos nos quedamos callados unos minutos, después mi mente se detuvo en aquel pueblo donde había estado, la pregunta salió casi instintivamente de mi boca.

–¿Papá, conoces Tlacocotlpan?

La cara de mi padre me devolvió incredulidad y asombro a la vez.

–¿El pueblo donde creció tu madre? –respondió con otra interrogante.
–Sí, ese lugar.
–Sólo estuve allí una vez –mencionó –no es un lugar agradable para visitar…

En su voz podía notar que guardaba algo, como ese algo que yo también había guardado, podía decir que llevaba en mis venas esa nota intrínseca para decir mentiras… para guardar secretos.

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